Recetas en divulgación científica

Emmy es una simpática perrita que ha acompañado a Chad desde el día en que la adoptó. En cuanto se encontró a gusto en su nuevo hogar, Emmy sintió curiosidad por cómo se ganaba la vida su nuevo dueño, quien no dudó en sacar partido a esta circunstancia. Con la intención de aplicar las extrañas consecuencias de la mecánica cuántica a las cosas importantes para Emmy, perseguir bichos, conseguir golosinas y dar paseos, surgió un libro: Conversaciones de Física con mi perro.


En 2007 Chad Orzel, profesor del Departamento de Física y Astronomía del Union College de Nueva York, extrajo una conclusión mientras leía The Best American Science Writing (una antología anual que publica los mejores artículos de divulgación científica en Estados Unidos). La “deprimente similitud” que Orzel encuentra entre la mayoría de artículos respondía a un patrón, que transcribió en forma de receta: 
  1. Anécdota que capte la atención acerca de un tema relacionado con la ciencia. 
  2. Breve apunte biográfico del peculiar investigador que trabaja en ese problema científico.
  3. Breve explicación de la historia y significación del problema científico. 
  4. Anécdota acerca del trabajo del peculiar investigador sobre ese problema científico.
  5. Breve explicación que conecte ahora con la anécdota inicial que captaba la atención del lector. 
  6. Sucinto resumen de "qué significa todo esto". 
(repítanse los puntos 2 a 4 tantas veces como sea preciso para alcanzar el número de palabras deseado del artículo)

Otra “receta” es, por ejemplo, la empleada por José Manuel López Nicolás (SCIENTIA) en su publicación “Sobre Palacios, Stradivarius y Pasteles”, en el blog de Next Door Publishers. En ella, la “piedra filosofal” que transforma objetos inconexos en un todo coherente es un compuesto llamado sabineno que, como nos aclara Moléculas diarias en Twitter, se encuentra en la pimienta negra y en la nuez moscada. 



Así es como el propio José Manuel nos resume su post: 
La pimienta negra usada en la cocina del Palacio Real de los Pasteles de Carne para la elaboración de la joya de la gastronomía murciana, contiene un compuesto llamado sabineno que también está presente en Picea abies, árbol cuya madera se emplea para fabricar los famosos Stradivarius que se encuentran en el Palacio Real de Madrid.
La magia está hecha. Dos palacios sin nada en común acaban relacionados mediante un recorrido por la arquitectura, la música, la química, la botánica y la alimentación. 

Orzel se lamenta y echa en falta algo más de originalidad y estilo personal en los que se consideran los mejores Science Writers del año, y creo que esto es una distinción necesaria, pues habla de Science Writers, no de Science Popularizers. Siendo popularizador o divulgador, Carl Sagan pudo llevar a cabo su mítica serie Cosmos: un viaje personal, pero necesitaba ser escritor de ciencia, con recursos literarios y cuidada narrativa, para lograr el Premio Pulitzer con Los Dragones del Edén


Aunque opino lo mismo que Orzel, podríamos otorgar el beneficio de la duda sobre este asunto. El que existan estas “recetas” para divulgar no ha de ser necesariamente malo. El famoso pastel de carne de Murcia también responde a una receta concreta que podría hacer cualquiera. Sin embargo, solo consigue la excelencia gastronómica en el Palacio Real de los Pasteles de Carne al que se refiere López Nicolás: la murciana Pastelería Zaher que, como el propio José Manuel nos recuerda, ha cerrado sus puertas. Pienso que estas recetas facilitan a los divulgadores compatibilizar la tarea con su actividad profesional, generalmente como investigadores y/o docentes. De otra manera, la exigencia en tiempo y dedicación quizá haría inabordable este “voluntariado científico” que es la divulgación, y supondría renunciar a la satisfacción propia y a la de sus lectores. 


Y hablando de satisfacción, creo que puedo darles a los murcianos una buena noticia relacionando, como López Nicolás, dos palacios. Según parece, el Palacio Real de los Pasteles de Carne reabrirá próximamente en otro local de la misma calle. Se trasladará del número 5 de la calle Riquelme al número 13. Curiosamente, tanto el 5 como el 13 forman parte de la sucesión de Fibonacci, matemático que fue huésped de Federico II Hohenstaufen para demostrar ante el emperador sus dotes frente a problemas de cálculo. El encuentro se celebró en julio de 1226 en el Palacio del Vicario en San Miniato, donde Federico II (imagínelo conmigo, por favor) habría agasajado a su invitado con un delicioso pastel de carne, en este caso al estilo italiano.



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