Blanco de escritura

Leer un texto escrito antes del siglo XII era, en varios sentidos, como leer una partitura. Sólo los iniciados podían abordarlo y antes de poder captar todo su significado, era necesario recitarlo y estudiarlo.


En la escritura continua las palabras se concebían como entidades sonoras dentro de un escrito. Por ello, y durante mucho tiempo, la lectura se hacía en voz alta. Sólo entonces el lector y quienes lo escuchaban comenzaban a entender.



Fragmento de texto en escritura continua, sin separación entre palabras ni entre frases..

Con palabras y frases escritas sin separación, el texto se mostraba como un grupo compacto de letras, y la única manera de comprender las ideas que ahí se encontraban era haciéndolas sonar. Esto lo podían hacer muy pocos. Eran los músicos de la palabra.



Lo cierto es que este modo de escribir no se consideraba un problema. Nadie pretendía entender un texto desde la primera lectura, y aunque monjes irlandeses ya abordaron esta cuestión desde el siglo VII, no fue hasta la década de 1150 cuando la página escrita se convirtió verdaderamente en texto.



La invención del cero lingüístico, el equivalente al silencio en un pentagrama, permitió introducir por primera vez el blanco de escritura: el espacio vacío que separa unidades lingüísticas y que las dota de sentido desde la primera lectura. Paradójicamente el espacio vacío, lo no escrito, es lo que transforma el modo en que nos acercamos a la lectura desde que comenzó a ser un acto individual y privado. Un acto que, desde entonces, podemos hacer en silencio.



Barra espaciadora en un teclado de ordenador.

Comentarios

  1. No sabía nada de esto. Que interesante, José Antonio.

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  2. Jose Antonio interesante. Estaba buscando contactar contigo pero tengo tú mail mal si puedes contacta al mail direccion@masscience.org

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