Ghiorso y su banda

Fue el golpe más extraño de la historia. Un robo en el que los ladrones tuvieron que fabricar el objeto que querían sustraer.



Alrededor de las nueve y media de la noche y ya en el interior del edificio, Ghiorso se dirige hacia la cámara acorazada donde se encuentra una delgada lámina de oro, algo mayor que la uña del pulgar, pero esta no constituye el botín. Un beneficio muy escaso que no compensaría el riesgo que corren.




Prepara la munición alfa, apunta el cañón cíclico hacia la lámina y comienza a disparar. Afortunadamente, el cañón es silencioso. De lo contrario hubiese llamado demasiado la atención mantener una ráfaga ininterrumpida durante un período de tres horas.




23:32 horas. Cesa el tiroteo. Con la ayuda de Harvey, abre con dificultad la gruesa y pesada puerta corredera de la cámara y ambos se abalanzan al interior. Ghiorso extrae la lámina y Harvey la deposita en un tubo de cristal.





Como una exhalación, corre hacia donde se encuentra Choppin, su otro compinche, que ha estado preparando una peligrosa solución de agua regia para disolver la fina película dorada.





Mientras, Ghiorso se apresura a salir del edificio y pone en marcha su Volkswagen que se encuentra en la parte trasera. El motor del Escarabajo ya petardea cuando Harvey llega, casi sin aliento, con el tubo de cristal en la mano, un tesoro invisible con el aspecto de agua turbia.



Con la carretera casi desierta, enfilan el kilómetro y medio que les separa de su guarida. No hay ni un minuto que perder. Harvey sostiene firmemente el tubo mientras Ghiorso engrana la cuarta velocidad y pisa a fondo el acelerador.



Aparcan apresuradamente y se internan en su refugio donde permanecerán durante toda la noche. Galopan por las escaleras y tuercen por el pasillo. A Harvey le golpetea el pulso en las sienes y le recorre un sudor frío por todo el cuerpo.



¿Y si el detector les confirma que el preciado botín no es auténtico? Su compañero traga saliva y no quiere ni pensarlo. El detector puede tardar varias horas en dar su primer pitido, y si se quedan esperando junto al aparato, la desesperación podrá con ellos.



Tienen que ir a la sala a calmar un poco los nervios y beber algo pero, ¿cómo montar guardia para no perderse la respuesta del detector? Se les ocurre una barbaridad: conectar el detector a la alarma de incendios.




De este modo, sabrían que el detector habría dado un positivo aunque estuviesen al otro lado del edificio. Agotados y con la garganta seca por la tensión nerviosa, se arrellanan en los sillones y se sirven una cerveza. No se atreven ni a mirarse entre ellos.



Ahora toca experimentar de manera literal aquel verso de William Blake: la eternidad en una hora. Y pasó esa hora, y otra más. Decidieron cambiar las cervezas por unos cafés. Tenían que seguir despiertos aunque ya no les quedaran uñas que morder.



Afortunadamente, el edificio estaba ubicado en una zona lo suficientemente aislada para no alertar a nadie que llamase a los bomberos, porque aquella madrugada la alarma de incendios sonó en diecisiete ocasiones en medio de una gran celebración.



Diecisiete átomos de un elemento nuevo que se desintegraban ante sus ávidos oídos, y que sería bautizado en honor al creador de la tabla periódica: mendelevio.



Ghiorso ha sido el más prolífico de los ladrones periódicos, aquellos que arrebataron del corazón de la materia elementos inexistentes en la Tierra. Ya había sintetizado seis elementos antes que el mendelevio y aún lograría producir otros cinco, el último de los cuales sería bautizado como seaborgio en honor al segundo ladrón periódico más fecundo: Glenn T. Seaborg.



Desde este último elemento, el 106, los golpes debían perpetrarse con mucha más precisión, con munición cada vez mayor y generando botines atómicos cada vez más efímeros. Ya se planifica el próximo. Solo cabe preguntarse dónde y cuándo.





Adenda: Las imágenes en blanco y negro son fotogramas extraídos de la reconstrucción del descubrimiento del mendelevio que hizo el propio equipo de Ghiorso. Este es el vídeo completo.


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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVinvisible.

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