Nostalgia

Acaba de llegar a casa y los sensores ya han detectado su presencia. Bajan las persianas hasta filtrar la intensidad de luz justa y seleccionan música de Bach de su emisora favorita. Antes de que entre al baño, el termostato habrá regulado la calefacción y del grifo de la ducha comenzará a brotar agua a exactamente 36,2ºC. Aún tardará en llegar la compra que el frigorífico se ha encargado de pedir esta mañana vía web.

¡Plas, plas! Dos palmadas y el grifo de la ducha se cierra mientras el brazo robótico le alcanza el albornoz. Tras salir del baño, el clean mouse abandona su base de carga, seca el suelo e inyecta aire caliente para eliminar las gotas de la mampara mientras el robot barista le acaba de preparar una taza de humeante expreso con la mezcla perfecta de las variedades Geisha y Blue Mountain. Tras apurar el café, se dirige hacia el pasillo y sube las escaleras. Al final de estas, de un pequeño armario colgado de la pared, extrae un encendedor y una vela. Prende la llama y abre la puerta que conduce al desván.

Inmerso en una oscuridad solo rasgada por la temblorosa lumbre, se acerca a una mesa de aspecto pesado y rústico sobre la que hay un artefacto de extraño aspecto. Se sienta ante él y comienza a manipular con toda la precisión que puede una pequeña palanca que sujeta al otro extremo un fino alambre. A medida que el alambre acaricia una piedra de superficie irregular se producen pitidos y chirridos que se entrecortan. Afina el pulso con movimientos aún más sutiles y logra escuchar una voz pero se extingue al par de segundos. Se seca el sudor de la frente con la manga del albornoz y lo sigue intentando; cierra los ojos y sigue recolocando el alambre. La voz vuelve y esta vez se mantiene. No es demasiado nítida pero prefiere no arriesgarse a perderla, así que separa suavemente la mano de la palanca.

Aunque apenas inteligible, la voz se parece a la de su abuela, de quien heredó su amor por la radio desde que le contó la historia de Mary Day Lee, la primera mujer que transmitió su voz a través de una estación radiofónica casera. Se sentiría orgullosa de que aún ponga a prueba su pericia para sintonizar emisoras como las que ella escuchaba desde este mismo aparato. La verdadera magia requiere de objetos sencillos: una bobina de cobre, un fino alambre que su abuela llamaba “bigote de gato” y un amorfo cristal de sulfuro de plomo bastan para construir una radio de galena. Era un extraordinario juego de habilidad que el cristal de galena filtrase las ondas sonoras a partir de las ondas de radio, pero solo si el bigote de gato contactaba con el punto justo del cristal para rectificar las ondas de pulsantes a continuas.


Radio de galena. En el cilindro
transparente se encuentra
el cristal de galena.



Detalle del cilindro. El objeto irregular
en la parte superior izquierda es la piedra
de galena sobre la que hace contacto
el alambre llamado "bigote de gato".










Este aparato, que no necesitaba fuente de energía alguna pues la obtenía de las propias ondas de radio, era el dispositivo más revolucionario de su casa; el desván, la única estancia no conquistada por el imperio de la domótica, era una máquina del tiempo.

¡Ding, dong! La sesión termina por hoy. Acaba de llegar la compra del supermercado.

* * * * *

Mary Day Lee fue nombrada el 3 de octubre de 1905 primer asistente del Museo de los Niños de Brooklyn, desde donde impartía clases y seminarios de física para los jóvenes, en particular sobre telegrafía inalámbrica. La formación que impartía sobre electricidad y telegrafía tuvo tal éxito que muchos de los adolescentes construyeron sus propios transmisores de radio en sus casas con los que estar en contacto con el museo y entre ellos.

El Museo de los Niños de Brooklyn estuvo en
esta mansión de Bedford Park desde 1899 hasta 1968.


Uno de los alumnos de Mary, Frank Hart, que había participado en instalar la estación de radio del museo, experimentó lo que pocos habían probado hasta el momento: la transmisión del habla de manera inalámbrica. Su estación, un transmisor de arco al que acopló un micrófono de carbón, estuvo lista en la primavera de 1907 para emitir la primera voz de mujer a través de las ondas de radio.

Una fotografía de 1907 donde aparece Mary Day Lee
junto a tres de sus alumnos, (desde la izquierda)
Austen Curtis, Lloyd Espenschied y Frank Hart.

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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVmujerciencia.

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