Bernard de Fontenelle

En su vida centenaria
fue traductor e intérprete de sabios.
Científico y humanista.


Bernard Le Bovier de Fontenelle (1657 - 1757)

Cuentan que Bernard de Fontenelle quiso agasajar a un amigo, un abad bon vivant, con una exquisita comida. Su invitado prefería los espárragos cocinados con mantequilla en lugar de con aceite como Fontenelle había previsto. Mientras se preparaban los platos en la cocina, ambos charlaban en la mesa cuando repentinamente su amigo cae al suelo, víctima de un ataque de apoplejía. Fontenelle, sin atender al abad, bajó volando las escaleras hacia la cocina para gritar: “¡Los espárragos con aceite, como al principio!”.

En realidad, esta es una historia inventada por Voltaire, posiblemente para ilustrar el esmero que Fontenelle ponía en la alimentación, como placer y como fuente de salud. Quizá fue la clave de su longevidad (falleció un mes antes de cumplir 100 años), aunque él insistía en que su secreto radicaba en comer fresas.

Para Fontenelle, tan importante es el alimento para el cuerpo como la ciencia lo es para la mente. El significado real de la ciencia para él no subyace en las mejoras de la tecnología, ni en el avance del conocimiento sobre los procesos naturales, sino en la gradual emancipación de la mente al abandonar la ignorancia y el error:

La mente hizo el mayor descubrimiento de la ciencia, el arte del descubrimiento en sí mismo. [Y a la vez] la mente es la última beneficiaria de la ciencia.

No fue un accidente que Fontenelle, humanista y literato, fuera reelegido en 1699 como secretario vitalicio de la Academia de Ciencias de París. Su destacable papel como pionero en la divulgación de la ciencia podría parecer suficiente para tal nombramiento, pero la principal causa fue el valor que Fontenelle añadió a la ciencia al vincularla con las humanidades de su época.

La tradicional sensibilidad de los franceses por el lenguaje hizo el resto. Fontenelle, desde su papel como secretario, se convirtió en el “traductor” de los sabios para dar claridad a sus escritos. Vistió a la ciencia con el atuendo de las humanidades y le ganó un lugar en la conciencia pública, gracias a lo cual la divulgación de la ciencia amplió su alcance durante el siglo XVIII.

D’Alembert alabó a Fontenelle en la Enciclopedia “por haber enseñado a los sabios a desprenderse del ridículo de la pedantería”, y lo logró a través de su obra más célebre: Entretiens sur la pluralité des mondes (Conversaciones acerca de la pluralidad de los mundos). Con un estilo ya empleado por Galileo, en forma de diálogo y en lengua popular, relata los encuentros durante seis noches de un filósofo natural con una enigmática dama de la aristocracia.


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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVdivulga

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