Monstruos prometedores

Esteban se levantó temprano y recompuso energías con un plato de chilaquiles. Se dirige a orillas del Usumacinta para remontar el río en una barcaza hasta Yaxchilán, desde donde una caminata de seis kilómetros lo conducirá a un humedal de los Montes Azules, en el corazón de la Selva Lacandona.

Hace dos días que comenzó la prospección de muestras y había obtenido especímenes muy interesantes de la familia Triuridáceas, bastante extendidas por latitudes tropicales. Pensaba en el trabajo que le esperaría diseccionando algunas de las muestras recolectadas mientras se internaba en una zona espesa, áreas de turberas donde la luz del sol apenas alcanza el suelo. En esta zona abundan las plantas micoheterótrofas, las que obtienen sus nutrientes parasitando un hongo en lugar de mediante fotosíntesis, por lo que el color verde de los tejidos no es frecuente. En un margen de la estrecha senda, una pequeña planta blanca, casi transparente, le hizo detenerse.

En un principio dudó. —¿Es un hongo o una flor?— un primer examen de aquella diminuta estrella de seis puntas lo hizo decantarse por lo segundo. Pero lo sorprendente estaba en el centro de la flor, invisible al ojo desnudo. Extrajo su lupa, enfocó el delicado espécimen y literalmente vio un mundo al revés. La arquitectura sexual de la flor estaba invertida. Como si los arbotantes de una catedral gótica apuntaran hacia el interior en lugar de al exterior, los tres estambres se situaban en el centro rodeados por una piña de carpelos que conducían a los ovarios. Un caso único de entre todas las plantas con flor.

En la mente de Esteban aún se guarda nítidamente el recuerdo de su hallazgo que acabó conduciendo a una nueva línea evolutiva, a un cisma entre esta frágil planta de la Selva Lacandona y el resto de las angiospermas conocidas. Su nombre no podía ser otro: Lacandonia schismatica.

El biólogo Richard Goldschmidt había predicho en la década de 1940 la existencia de seres como Lacandonia a los que gustaba llamar "monstruos prometedores". Seres quiméricos y extraordinarios, dignos de aparecer en historias mitológicas, surgidos de mutaciones que normalmente resultan catastróficas para la supervivencia del organismo. Pero en ocasiones, la variante se materializa y contra todo pronóstico se adapta a un nuevo estilo de vida con la promesa de crear una nueva especie.

Los órganos sexuales de las angiospermas se disponen de modo que los carpelos, los órganos que producen y custodian los óvulos, se sitúan en el centro de la flor mientras que los estambres, productores del polen, se encuentran a su alrededor. En Lacandonia schismatica, la única especie que presenta la disposición inversa, los estambres se localizan en el centro y están rodeados por los carpelos. 


Flor de Lacandonia schismatica al microscopio electrónico con los estambres coloreados artificialmente de amarillo.



Nota:
La que ya se conoce como estrella de Chiapas ha marcado un hito en la historia de la evolución. Esta joya botánica fue descubierta en 1987 por el biólogo Esteban Martínez del Instituto de Biología de la Universidad Autónoma de México.
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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVvegetal





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