Una cuestión nimia

Hay un grupo de palabras que presentan una curiosa cualidad denominada enantiosemia, es decir, que tienen dos significados opuestos. Por ejemplo, si dijera que “estoy alquilando un piso” ¿soy el que cobra ese alquiler o el que lo paga? Otro caso de autoantónimo, como también se llama, es el término "nimio". Normalmente se utiliza para indicar algo insignificante o sin importancia, pero atendiendo a su origen latino (nimius), también puede referirse a algo excesivo o exagerado.

A los cirujanos de mediados del XIX debía parecerles cosa nimia (con la primera acepción) la cantidad de muertes debidas a infecciones contraídas en el quirófano. Aunque casi el 50% de las cirugías desembocaban en fatales consecuencias, los cirujanos no pensaban demasiado en ello cuando usaban los ojales de su ropa para tener las suturas al alcance o cuando sujetaban el bisturí con los dientes para tener libres ambas manos en plena operación.

Pero a un cirujano en particular sí que le preocupaba. Se interesó por un compuesto llamado fenol que se utilizaba para conservar las traviesas del ferrocarril y para evitar los malos olores en las aguas residuales. Con la idea de aprovechar sus cualidades antisépticas en el quirófano inventó un pulverizador, el cual puso a prueba en la intervención de una fractura abierta en la pierna de un niño. El pulverizador era, básicamente, un vaporizador que se calentaba mediante un mechero de alcohol. Cuando generaba suficiente vapor de agua, este salía por una boquilla al exterior arrastrando por efecto Venturi una solución de fenol al 5%. Esta pulverización se dirigía hacia el área de intervención durante toda la operación. Pulverizar el aire del quirófano con fenol no era una experiencia agradable por lo irritante de la sustancia, pero la molestia compensaba los resultados: las muertes por infecciones quirúrgicas descendieron drásticamente.

Pulverizador de Lister



Joseph Lister adquirió fama por ello llegando a popularizarse en medicina expresiones como listerismo o prácticas listerianas para referirse a cualquier acción con función antiséptica. Lo que Lister no podía sospechar es que su apellido acabaría teniendo mucho en común con las palabras enantiosémicas. Paradójicamente, se dio su nombre a un bacilo causante de infecciones alimentarias, Listeria monocytogenes, a la vez que se honraba su trabajo pionero en la antisepsia con la invención de un enjuague bucal. Para el Dr. Lawrence, creador de la fórmula del colutorio, no había nombre más adecuado: Listerine.


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ESta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVsalud.

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