Un gran péndulo en París

Un gran péndulo en París
observa girar a su alrededor
docenas de ojos curiosos.


Tras abandonar la facultad de medicina con el amor propio herido por su aversión a la sangre, Léon Foucault combinó su interés por todo tipo de instrumentos mecánicos y científicos con su destreza manual, que ya no emplearía para ser cirujano. Atraído por los nuevos procedimientos en fotografía, se asoció con otro antiguo estudiante de medicina, el físico Hippolyte Fizeau para mejorar las imágenes sobre placas fotográficas conocidas como daguerrotipos. Foucault fue de los primeros en sacar fotografías de las estrellas, toda una hazaña a mediados del siglo XIX. Normalmente, cuando se pretende fotografiar objetos de tan débil luminosidad se ha de mantener abierto el obturador de la cámara durante varios minutos. Pero tratándose de estrellas, no van a quedarse en el mismo sitio durante ese tiempo a causa de la rotación terrestre, por lo que Foucault construye un mecanismo de relojería para sincronizar el desplazamiento de la estrella con el de la cámara. Curiosamente, rechazó la idea de equipar este reloj con un péndulo, en lugar del cual utilizó una varilla metálica. El tañido de esta varilla aportaría la vibración necesaria para el funcionamiento.

Con la intención de mecanizar la varilla y prepararla para el montaje, sujetó uno de sus extremos al cabezal del torno y lo puso a girar lentamente. Mientras preparaba la herramienta de corte para labrar la pieza, golpeó inadvertidamente el extremo libre que se puso a vibrar. Sorprendido, observó que la varilla seguía vibrando en el mismo plano a pesar de que el torno la hacía girar. Inmediatamente, quiso hacer una prueba más del fenómeno que acababa de presenciar. Fabricó un péndulo convencional con una pesa de hierro y una cuerda de piano que fijó a un taladro vertical. Dio un impulso al péndulo y giró el portabrocas. La oscilación continuó invariable en la misma dirección.

Ensayos como este eran denominados por Foucault petit théâtre. Sobre el escenario giratorio se representa una obra que encandilará al respetable público. Sale a escena el protagonista, el insigne péndulo, que comienza su interpretación oscilante, monótona y constante. Desde la tramoya, invisibles poleas y aparejos entran en acción y el escenario inicia un pausado giro. El público pronostica que el péndulo volteará junto con las tablas del proscenio. «¡Profundo error!», diría Foucault. El personaje, imperturbable, continuará con el vaivén de su soliloquio sin que su mirada se haya desviado un ápice, mientras el escenario rota a su alrededor. El público, embelesado ante tal representación, guarda un reverente silencio.

El estreno de esta impactante obra tuvo lugar el 26 de marzo de 1851 bajo la cúpula del Panteón de París. El diseño corrió a cargo del ingeniero Paul Froment, que montó una pesa esférica de 28 kg atada a un cable de 67 metros. El propio Froment tuvo el honor de inaugurar la representación acercando una cerilla a la cuerda que mantenía sujeto el péndulo a un poste. El péndulo se soltó y comenzó su majestuoso balanceo de 6 metros de ancho, completando cada ciclo de ida y vuelta en 16 segundos. La resplandeciente pesa, recubierta de latón, parecía flotar en el espacio pues el cable, de apenas milímetro y medio de diámetro, era casi imperceptible. En la latitud de París, la oscilación se desviaba aproximadamente un grado cada 5 minutos realizando una nueva marca en la arena que cubría el suelo. El público, expectante, no tardaría en exclamar: «¡Mirad, el péndulo está girando!». «¡Profundo error!», diría de nuevo Foucault. El péndulo interpreta su papel sin variación, como si colgara de la misma esfera celeste. Es el escenario del Panteón, junto a todas las miradas que lo rodean, el que se mueve para describir una vuelta completa cada treinta y dos horas.


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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVimágenes.

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