El bosque de Urknall

Antipulgarcito

Pulgarcito











Érase una vez dos diminutos seres que no podían ser más idénticos y opuestos. Vestían con la misma gradación de colores solo que uno de ellos, llamado Pulgarcito, usaba zapatos de un color negro que se iba deslavando de pies a cabeza hasta coronarse con un sombrero blanco, mientras que en el otro, Antipulgarcito, los colores se iban clareando desde su fedora negro hasta su calzado níveo.

Separados al nacer desde que surgieron de un fotón de alta frecuencia (de un destello de luz, en el mundo de los cuentos), habían conseguido que el bosque de Urknall, el lugar donde vivían, fuese un paraje dividido en dos áreas absolutamente simétricas. Cada área, dominada por uno de ellos, le estaba absolutamente vetada al otro. Eran demasiado antagonistas para compartir territorio. Un acercamiento excesivo podía saldarse con la aniquilación de ambos en un destello como el que los originó: lo que el destello te da, el destello te lo quita.

Sin embargo, habían convenido una excepción. No podían evitar tener los mismos gustos en gastronomía, por lo que acudían al mismo restaurante, Das Schneckenhaus. Así, cada noche a la hora de la cena, Pulgarcito abría la puerta de su casa hacia la derecha a la vez que Antipulgarcito la abría hacia la izquierda, y cada uno se encaminaba hacia el restaurante en una trayectoria sinuosa, cada una imagen especular de la otra. A medida que avanzaban, los hambrientos vecinos iban dejando caer migas del pan dulce de neutrinos sobrante de la noche anterior como guía para el camino de regreso.

Tras la opípara cena, cada uno en su mesa alejada lo más posible de su vecino, degustarían un pan dulce de neutrinos que ninguno conseguía acabarse, y que se llevaban a casa para marcar el camino a la noche siguiente. Pero esta noche iba a ser diferente. No se levantarían al unísono ni saldrían simultáneamente del restaurante, cada uno por su puerta, abriéndola Pulgarcito a la derecha y Antipulgarcito a la izquierda. Esta noche, Pulgarcito no ha tocado su pan dulce de neutrinos y, con él bajo el brazo, abandona su mesa el primero para retomar el camino a casa. Desde su rastro de migas, puede ver el rastro de Antipulgarcito y cerciorándose de que aún no ha salido del restaurante, comienza a lanzar puñados de migas en todas direcciones hacia la senda de su antagonista a medida que avanza. Para cuando el otro comensal emprendiese el camino de regreso no encontraría el rastro que dejó, camuflado entre montones de migas por doquier.

Antipulgarcito nunca regreso a su casa. Probablemente confundido por el aluvión de migas de pan de neutrinos, se perdió en el bosque de Urknall. Pulgarcito, tras esperar un tiempo prudencial porque, ya se sabe, lo que el destello te da, el destello te lo quita, fue expandiendo sus dominios hacia el área simétrica de su antítesis sin temor a ser aniquilado.

Esta es la historia de la materia y la antimateria en el universo, equilibradas al principio, desestabilizadas después a causa de un baile de neutrinos sobrante. Es la historia del primer sesgo, el gran sesgo cósmico, un rumbo claramente favorecido para que espacio, tiempo, materia y energía conformaran un universo que comenzó con el tamaño del pulgar de Pulgarcito.


Para saber más:

El neutrino fue el agente doble que puso más materia que antimateria. Noticias de Gipuzkoa. 06/11/20.

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Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVsesgos.


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